Estaba siendo una noche normal, como cualquiera, nada podía incitarlo para sentirse emocionado desde hace tiempo. Caminaba perfil bajo, hombros en alto y brazos en los bolsillos, como si ocultase la cabeza, las cejas un poco levantadas, las luces apagadas lo dejaban camuflarse entre la gente, perdido, siendo alguien más en un mundo que no pedía su presencia.
Miraba todo ese universo extraño y no podía distinguir como funcionaba, su razón de ser, ni porque estaba ahí.
Era imperceptible a la mirada de ella, que pronto lo verá. Él era la sombra que quedaba entre tantas luces, sin identidad, sin existencia.
Sabía de ella pero nunca la había mirado así, nunca de tan cerca, nunca en primer plano, en persona. Conocía su belleza, no recordaba su voz. Descubrió que una pantalla no transmite el alma, después de tantas fotos cibernéticas, nunca había llegado a vislumbrar eso.
El muchacho venía de muchos fracasos, de haber puesto su corazón en un fuerte, en un sin reacción. Tenía una herida que seguía sangrando. Su cabeza le trababa todo tipo de pasaje hacía el universo emocional.
Fue de repente que la vio, fue de repente que sus ojos se cruzaron, aunque él la había estado mirando horas casi sin poder hacer otra cosa. Esquivaba este choque por miedo a la locura, cada vez que ella estaba por percatarse de su presencia.
Pero entonces se cruzaron, su sonrisa rompió con toda barrera, le alcanzo eso para reaccionar. Fue descubrir que siempre había estado perdido y ahora se encontró nuevamente con él mismo. Fue reaccionar de un problema una vez que ya tenía la cura. Fue como mirarse en un espejo, no por la igualdad con la otra persona, sino porque una vez que la vio, se reconoció a él de vuelta, sintiendo todo lo que alguna vez había sido y todo lo que será. Para él fue como volver a vivir, en un mundo que lo había asesinado: sus sueños, su pasión, su emoción; lo había hecho lo más robotizado y racional posible, el cerebro le había ganado al corazón. Todo era planeado y sistematizado, todo era una cuenta para llegar a un resultado. Todo era así hasta que la vio sonreír.
Toda teoría quedo estúpida ante el baile de sus carcajadas, cualquier barrera quedó inutilizada de defensa, ahora volvía a creer en lo que una vez creyó, nuevamente recordó que en algún momento quiso tanto como le dio la vida. Todo por ese segundo, para tantos imperceptible, para él eterno. Sin darle un beso, se vio en ese espejo, pudo ver su alma y pudo volver a la vida.
Pudo rememorar que es así como se debe sentir, sin decir.
Ella solo con mirarlo y sonreír le devolvió la vida que alguna vez le había sido quitada.
jueves, 8 de mayo de 2014
El segundo imperceptible
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