miércoles, 2 de diciembre de 2015

Dos metros cuadrados

El pasto verde, largo, de esos que al apoyarse se puede sentir el hundimiento sin tocar el suelo, ese que escapa entre las hendiduras que dejan los dedos descalzos. Sonrisas, juegos, el sol comenzando a caer. Ellos tropiezan con la risa del otro y caen sobre el suelo mullido de verde. No duele, pica; no inquieta, se hace pleno. Una imagen perfecta, el sol dándole en la cara, intenta cubrirse con la cara de ella. Tirado en el piso, ella cruza el brazo sobre su pansa, forman una cruz perfecta. Sus dos caras están enfrentadas. Sus ojos charlan sin palabras. Se dedican a sonreír, no hay ruidos, no hay gente, no hay tiempo. Ella le dice que sus ojos son verdes cuando le pega el sol, él le dice que la quiere, ella solo lo mira y provoca la formación de los hoyuelos que le nacen al mostrar los dientes. La brisa leve del verano les envuelve el cuerpo y les empapa el alma. El cuadro iluminado con la paz que solo ellos pueden darse. La otra dimensión de la que nadie forma parte y nadie podrá jamás imaginar como se siente.
El abrazo, como método de cura para cualquier mal del alma, cualquier pequeña cicatriz es curada por el aleteo de sus manos contra su cuerpo. Caminan con otra sintonía luego de haberse encontrado, como si pudiesen entender el ritmo del mundo y el de la felicidad, que son muy distintos.
La sabia decisión de quedarse cuando todo parecía en contra, provocó el desbaratamiento de su cabeza, porque él pudo entender todo cuando ya lo tenía delante de sus ojos, cuando descubrieron lo que era perderse en la mirada del otro sin palabras mediando. El muchacho pasa la punta de sus dedos por su brazo, ella entra en un estado somnoliento con una sonrisa imborrable en la memoria de quien la ve. La luz que se cuela entra sus cuerpos genera sombras tiernas sobre el pasto, sombras que son uno como ellos.
Ella acompaña con los dedos su piel, a él le explota el pecho, las pulsaciones descienden, cree quedarse sordo porque no hay más sonidos que su respiración en el oído. Inexplicable, un nuevo universo, perfecto, en dos metros cuadrados.