Vivimos en un mundo donde enseñamos a complicarnos, enseñamos a desear cosas que no tenemos, enseñamos complejizar las cosas, cuando no podemos entender que la vida es simple y la armamos nosotros.
¿Qué puede conmovernos más, hacernos poner la piel de gallina, hacernos reír y llorar, Qué puede conseguir todo esto más que la música?
¿Qué puede divertirte más que reírte con otra persona?
Pero nosotros insistimos en tener cosas materiales innecesarias. Hasta a los mismos chicos pequeños queremos complicar, o ¿Nadie se dio cuenta que un chico juega hasta con un pedazo de cartón? Pero nosotros insistimos en comprar juguetes costosos, armados, como si eso los hiciera felices, enseñándoles que lo material es importante.
Es más le enseñamos que tienen que superarse uno al otro, que tienen que tratar de ser uno más que el otro. Que el que más plata gane y el que más se cague en los demás va a llegar más lejos, va a ser mejor.
Es triste imaginar que enseñamos tan pocos valores a los jóvenes, todo esto pensando que ellos son el futuro. Pero insistimos en que la sociedad meta ideas egoístas en la cabeza de los chicos, en el alma de los chicos. Es como si quisiéramos pintar de negro una hoja en donde están escritas palabras en gris. Digo esto porque no tengo dudas de que a estos jóvenes le llegaran enseñanzas de solidaridad, fe, entrega, entre otras, pero estas se ven teñidas de negro cuando en el paso a la práctica hacemos que esa inversamente proporcional línea del bien y del mal con respecto a la edad sea cada vez más chica. Cuando atropellamos los sueños, cuando callamos voces, cuando hacemos sentir a los otros que por tener menos años te da menos capacidad para hablar. Ahí estamos ennegreciendo las hojas de estos chicos que tienen la energía y la capacidad de cambiar el mundo. Es una lastima que busquemos transportar a los inocentes las culpas del pasado, es una lastima cuando ya grabamos su futuro con desesperanza, es una lastima cuando hacemos que en su espalda haya un peso tan pesado que cueste moverse. Hacemos que se asusten, hacemos que no quieran crecer, hacemos que su confianza se pierda y los hacemos llegar a niveles de subestimación nunca antes vistos.
Nosotros somos la causa de la bulimia, anorexia, vigorexia, el egoísmo, la falta del compromiso social, nosotros somos los que aumentamos el peso las maquinas de ejercicio de nuestro futuro, somos nosotros y solo nosotros los culpables de que los jóvenes pierdan la esperanza en el cambio y un mundo mejor.
Pero siempre hay algunos distintos que se animan a dar la nota, a ir en contra de lo que les dicen que se tiene que hacer, esos algunos son la luz que le queda a tanta oscuridad, son el papel plastificado que no se dejan ser teñidos de negro. Estos jóvenes pueden ser más de algunos si podemos cambiar lo que enseñamos, estos jóvenes pueden ser todos si hacemos el click que es necesario en la sociedad para enseñar con el ejemplo y no solo hablar, Estos jóvenes pueden ser la esperanza pero también deben tener alguna ayuda nuestra para redimir nuestros jirones.