martes, 10 de junio de 2014

Entre la rutina

El gusto de un mate una mañana, la neblina apenas levantándose sobre el pasto verde, el rocío que le moja las zapatillas y el vapor del aliento que es exhalado por su boca, su pelo que no sobre sale del resto de un negro tan oscuro como la noche, sus ojos color miel que recorren el cielo parecen admirar la grandeza de este y sus pensamientos que se pierden por la ciudad que empieza a despertarse.
Ella camina por la ciudad, una mirada perdida entre tanta gente. El sol se refleja en las ventanas de los vidrios espejados de empresas que se esfuerzan porque pase la menor cantidad de luz posible en el interior. Sus brazos cruzados abrazando su carpeta de dibujo y el gorrito de lana que tiene sobre su cabeza, los parpados delineados de negro combinan con sus ojos oscuros, su pelo castaño lacio que le cae sobre los hombros. Los guantes que usa en las manos dejan escapar las yemas de sus dedos para poder sentir el lápiz que sostendrá en el transporte público que la lleva a la facultad.
Él con sus auriculares apartándose del mundo antes de entrar en este, se dirige a trabajar. Como cada día toma el colectivo que lo lleva al lugar que lo acerca a pocas cuadras de donde pasa un tercio de su día. Suele leer algún libro que lo atrapa lo suficiente como para abstraerse de lo que sucede a su alrededor.
Ella camina hasta la parada del colectivo sin frenar ni ver, camina perdida en su imaginación, camina en automático para perderse en el mundo de su mente, que no tiene pies. Sube al colectivo que la deja cerca de su lugar de estudio. Su nombre es Ana, pero no le gusta que la llamen así, no le gusta que la llamen, prefiere perderse en su mente. Se entiende con pocas personas y entre ellas tienen en común que no necesita muchas palabras.
A Juan le gusta hacer sonreír a la gente, pero sabe respetar los silencios, esos silencios mentirosos donde las mentes hablan y las bocas callan.
El muchacho mira como cada día a la chica de ojos perdidos que viaja en su mismo colectivo, trata de ubicarse detrás de ella y la aprecia dibujar, la observa hacer realidad sus pensamientos y descubre la profundidad de su alma.
Ana camina con prisa para no llegar tarde a cursar, Juan camina lento para atrasar su llegada unos minutos y poder pensar un rato más, juega con su meditar. Ella camina por al lado de él todos los días y ni siquiera se percata de su existencia, tal vez nunca se conozcan y no lo sepa pero serían felices juntos.
El muchacho camina por la misma cuadra que acostumbra, mira hacia adelante y puede sentir como si los árboles hicieran un túnel con una luz al final de este, y esa luz que camina.
Ana paso firme y perdido, automático, pensativo, le llama la atención una hoja que tiene colores vivos en el suelo, navegando por un charco que quedó en el final de la cuadra, se para a admirar esta naturaleza que rara vez le llama la atención.
A Juan le roba el aliento una nube que tiene forma de pájaro que surca el cielo, en el mismo momento que unas aves en forma de "V" lo atraviesan, caminando por el túnel de esa cuadra mira a lo lejos nuevamente una persona que se detiene y se acuclilla sobre la vereda.
Nuevamente el mismo viaje en colectivo que lleva la rutina que cada uno intenta adornar con música y arte, lectura y dibujo. Juan pierde la concentración en su libro de Zafón, mirando como suele hacerlo, a la chica que sube en su colectivo con la carpeta de dibujo y se pone en acción a hacer una nueva obra de arte.
El muchacho lee, prefiere ver el resultado final de la obra maestra, más que su elaboración, al principio se coloca delante de ella para ver sus ojos perdidos, creando en el blanco de las hojas, para luego ir detrás de Ana a ver la magia que sus manos crearon.
Juan imagina que está cerca del final de su obra, camina con disimulo hasta la parte de atrás de su dibujante predilecto, mira en el cuaderno que usa como lienzo y sonríe, por primera vez no tiene miedo de demostrar que la está mirando. En la obra puede ver un cielo estrellado y dos personas mirándolo, puede ver una muchacha de pelo claro admirando a una chico de pelo oscuro y ojos claros, justo en el momento antes de besarse. Ana da media vuelta hacia Juan y sus miradas se cruzan junto con sus sonrisas.
En tan sólo un instante dos desconocidos se entregan el corazón sin quererlo, sin poder oponerse, sin saberse existentes, sin saber nombres, ni edades, algo más que incontrolable.


domingo, 1 de junio de 2014

Entre tanto

Todo se redujo a eso, todo se hizo tan pequeño, tan fino, un instante en toda la vida. Todo es en alguna medida un instante, todo es lo que no pudimos ser en algún momento.
Entre mil escaleras, entre caminos bifurcados, como la sonrisa más mentirosas y las lagrimas macabras de quienes quieren tu atención. Entre saltos y caídas, entre corazones encontrados y almas partidas, entre besos que no fueron, y brazos que no abrazaron. Entre favoritos, "me gustas" y retwitteos, entre amigos desconocidos y personas por conocer.
Entre todo, estas y no estas, en los recuerdos, sueños y la imaginación, tan real como la vida; entre ausencias, una pantalla y alguna foto, no estas.
Sólo queda esperar que la vida nos encuentre, tal vez, desprevenidos entre tantos estímulos. Pretendientes sobran, personas faltan, gente que valore el milagro de la sonrisa tan buscada, la risa legitima que busco sacarte.
Sólo queda pensar que en algún momento de esta línea tan curva, de esta trama de la vida, entre tanta gente y tantas posibilidades, me mires y yo también, brillemos.
Tanta sinceridad, podrá hacer que me mires como yo te miro, veas las posibilidades que yo sueño y confíes en un futuro. Entre tantos factores es difícil dejarse caer a los brazos ajenos, entre tanta mentira sería complicado que cierres los ojos para darme un beso. Pero si pudieras olvidarte de todo aquello, si pudieras meterte en mis pensamientos y comprobar lo legítimo de mi sentir. Si pudieras ser la luna y yo esa estrella que brilla tanto al lado tuyo. Entre tanta tecnología, está lo único que el hombre no pudo reinventar, el sentimiento, el amor y su ausencia, el odio. Si pudieses saltar, yo estaría teniendo la lona que apacigüe tu caída. Pero existe todo lo demás que nos despista de lo realmente importante, que pone capas encima de lo real, de lo original. Si tan sólo no existiesen tanta influencia de la tecnología, no sabría tu nombre y tal vez tampoco sabrías el mío, capaz nunca nos hubiésemos conocido.
Entre tanto correr y trotar, espero que algún día caminemos, con los pies descalzos cansados de tanto andar nos sentemos en el río a ver pasar la vida, un mate, el sol y las sonrisas. Nos acostemos en el pasto, tu pecho sobre el mio mirando las formas de las nubes, jugando a que somos cielo y por un instante, tan solo un instante, pequeño, ínfimo e imperceptible para todo el mundo, estemos nosotros haciendo real, esto que algunos llaman la felicidad.