miércoles, 23 de julio de 2014

Un tiempo después

Pasó el tiempo desde aquella vez que la había visto, ya no tenía sus rulos, no la recordaba tan alta ni con ese tono de voz tan profundo.
El destino se había hecho cargo de nosotros, no veo el mundo con los mismos ojos, ni siento con el mismo corazón. Supongo que ella tampoco lo mira de la misma forma, nadie puede hacerlo tres años después.
Me gustaría decir que desde la primera vez que hablamos todo en nosotros cambió, no es así, sólo hubo un cambio en mí. Era como si hubiese visto algo en ella que solamente yo podía ver, o tal vez, todos se hacían los distraídos de lo que generaba su sonrisa.
Los años pasaron y me hizo temblar de la misma forma cuando conversamos. Su voz era algo impensable para cualquier mortal, lo que provocaba cuando hablaba.
Cada palabra que salió de su boca, cada bocanada de aire que exhaló su sonrisa me lleno de felicidad.
El destino conspira para que años después la vea y todo se transforme de otro color, con otra esperanza. Quiero llenarla de sonrisas, quiero hacer que su mundo sea perfecto, que nada pueda lastimarla, que nadie pueda hacerle mal. Quiero llenarla de chocolates que la hagan sentir amada, quiero llevarla a ver películas que le hagan pensar que tenemos eso. Que se ría de mis chistes malos, de mis cosquillas hasta ponerla nerviosa, quiero que se duerma entre mis brazos y despertarla a besos.Quiero escribir cosas para ella que le hagan creer que esto es eterno, historias donde ella siente lo que yo siento, mundos donde no nos separamos. Quiero soñar que soñamos juntos, que ella sueña conmigo y yo con ella, que imagina un futuro juntos y que mire el pasado que construimos. Quiero decirle que quiero ser lo mejor que pueda ser como persona para ella, para que sea feliz.
Cuando me mira, miro en sus pupilas estrellas y lunas, dentro de ella hay un universo que quiero explorar. Quiero conocerla como nadie, para poder sorprenderla cuando nadie más pueda.
Ojalá algún día pueda ser consciente de lo que siento cuando me besa el costado de mi cara, pueda hacer suyo el sentimiento que me provoca cuando me mira, tal vez alguna vez consiga que me ame o que me mire con esa cara enamorada. Algún día hacer que esos ojos me miren tan fascinados como yo los miro.
Si tan sólo hubiese sabido que me iba a tener en su poder desde ese día, habría tratado de estar preparado, no sé algún chiste, alguna pregunta que me dejara un rato más con ella, algún comentario para parecer interesante, aunque cualquier cosa hubiese resultado inútil a su lado.
Es como si siempre hubiese pertenecido a ella, no lo quise ver hace años, pero la vida hace eso, que aunque no quieras lo que está atado a vos vuelva. Apareció sin más y se llevo hasta la respiración que me quedaba.
No puedo decirle, el miedo me paraliza, da miedo sentir, da miedo querer, da miedo contarle a alguien que se siente bien cuando duerme a tu lado, cuando ríe por vos, cuando te besa. Da miedo decirle que cambió lo malo tuyo.

jueves, 10 de julio de 2014

Poco a poco, de repente

Volvió a hacer lo que había prometido que no haría. Se había prometido mil veces no caer nuevamente, no dejar pasar a nadie en la coraza que había creado para que no haya quien se acercara a su corazón. Entre témpanos había posicionado su pecho para que nadie esté lo suficientemente cerca como para que este se encienda.
Pero ahí lo ven repitiendo, se ve a sí mismo hace un tiempo recordando sus palabras, sintiendo como se las come de tanto hablar y como rompió sus propias reglas para no enamorarse.
Pensó quién podía evitar ser lo que uno realmente es. Se vio manejando hasta cualquier lugar, a cualquier hora, se vio a él mismo haciendo eso que dijo no repetir y sonrió...
Y mientras manejaba a altas horas de la madrugada yendo a buscarla, pensó que de eso se trataba la vida, de intentar, de no darse por vencido, de mantenerse probando una y mil veces hasta conseguir lo que uno quiere, porque tal vez por miedo uno se olvide de vivir, o tal vez de tanto andar uno encuentre lo que andaba buscando y creyó no existía.
Entonces comprendió porque había roto todas sus reglas, porqué había intentado mil veces con mensajes para que le dé la oportunidad de hacerla reír, porqué había ido a cenar como primera salida cuando él promulgaba esto como un pecado, porqué le llevo chocolates la segunda vez que la veía y el porqué ese intrépido "te quiero" se había escapado de sus labios sin poder tomarlo a tiempo para devolverlo al vacío de su cabeza.
De eso se trata la vida, de enamorarse y desenamorarse, de animarse otra vez a elegir levantarse a la madrugada en busca de unos minutos más de sus abrazos, en llegar a verla un rato más de lo que el tiempo le permite para sentarse en el cielo a descansar unos segundos más.
Se trata de buscar esos paraísos en vida, porque están ahí el cielo y el infierno, en este mundo. Uno se los anda chocando y cuando se encuentra el cielo hay que tratar de quedarse lo más posible. Cuando toque caer, se caerá para volverse a levantar.
Prefirió morir amando que vivir con miedo. Prefirió buscar el suplicio de la ostentación de esa sonrisa que le regale un poco más de sabor a su vida. Poco a poco se vio amándola tan de repente que se hizo cielo por hacerla feliz.  
Poco a poco hizo de su voz un canto, de su risa un rito, de su alma su religión. Poco a poco volvió a creer, zambullendose en el mar de sus ojos, confiando sin conocerla, inexplicablemente tocando ese Edén donde todo paradigma existente cambió y así, por fin, entendió que la vida se trata de no bajar la cabeza porque tal vez el cielo nos pase por delante y no podamos conocerlo.  

lunes, 7 de julio de 2014

El cuerpo siente lo que la mente ignora

Un haz de luz entraba por la ventana, esa pequeña línea que dejaba escapar la cortina de su ventana lo despertó. Sintió algo extraño al despertar, además del malestar por haberse despertado de esa manera. Pensó en el sueño que había tenido, el latir de su corazón y esos ojos que penetraban su alma, sólo podía ver eso, unos ojos que brillaban.
Sintió que su mano tenía algo aunque no podía determinar que, sentía una presión en el dedo meñique, como si estuviera apretado por algo en su punta.
Se levantó de su cama y preparo el usual café que acostumbraba para empezar el día. Miró por la ventana, nada se encontraba allí más que el sol iluminando el día, dando su calor y regalando un paisaje que hacia disfrutar de vivir.
De camino a su facultad todavía se extraña de su mano, pero puede vivir con ello, lee un libro en el colectivo y piensa en su sueño, nunca va a sentir algo así por alguien real, no tiene la valentía, no entiende como puede adorarse unos ojos así, solamente pueden existir en sueños irreales.
En la rutina del no saber, del no sentir, del aprender a pensar y adormecer el corazón se fue haciendo experto con los años, haciendo una maestría como suelen hacer los grandes desesperanzados de tantos palos en la rueda, creciendo en olvidar las historias que cuentan las novelas, las canciones y las películas.
Fue congelando su corazón de tanto caminar al sur.
Sueña con una sonrisa, esta vez sueña solo con una boca, unos dientes tan blancos como la luna y una risa que provoca el éxtasis de su respiración. La presión en su dedo empieza a desorientarlo, teme tener un problema de circulación y decide hacerse un chequeo médico. Resultados normales, pero ese tirón en el dedo pequeño no lo dejaba tranquilo, como si algo empezara a darle una señal en su cuerpo que no podía descifrar.
Toma el mismo camino que suele hacer para ir a la facultad, mientras se encuentra sentado en el colectivo lee una historia, cuenta que la arteria ulnar une el dedo meñique con el corazón, le llama la atención la coincidencia.
Luego de cursar comienza la vuelta a casa, toma otro camino porque llamó su atención unos árboles que nunca había creído ver, recorre las cuadras con paz, para disfrutar de la vista de ellos, puede ver como estos forman un túnel con sus copas, ve en el final del camino armado una figura a varios metros de dónde se encontraba. Siente que la presión de su dedo comienza a soltarse. Muchas veces los problemas y la rutina repercuten en el cuerpo de forma extraña, el caminar pacifico seguramente lo haya desestresado.
Cada vez la falta de circulación en el dedo es menor, mirando los pájaros cantar en las copas de los árboles le parece que el mundo brilla con la luz del sol pasando a través de las ramas, las hojas en el suelo de color marrón que suele pisar por diversión. Tropieza con un cuerpo. Pide disculpas y al ver, unos ojos lo están mirando tan grandes como el sol, brillando mientras su mirada cae a su sonrisa tan blanca y llena de luminosidad que podrías verla en la noche, entonces sonríe recordando su sueño, sintiendo todo lo que nunca pensó sentir.
Recordó el relato que había leído a la mañana, una historia oriental cree que los humanos estamos atados por un hilo rojo invisible que nos une con la persona a la cual estamos destinados, puede estirarse o contraerse pero no cortarse. Ese día las dos puntas de un mismo hilo se encontraron, ellos no necesitaron seguir atados aunque lo siguieron haciendo, ya no necesito sueños para palpitar y extasiar, sólo necesito una sonrisa y unos ojos tan brillantes como las estrellas, claro está un segundo fue suficiente para llenarse de certezas de todo lo que había dudado.