La niebla, siempre la misma niebla, el gusto amargo del alcohol después de una noche de sueños confusos. La lengua aterciopelada por una boca sin nombre, el sudor de un verano perdido. Se encontraba sin placeres en el mundo de los que algunos confunden libertad con libertinaje. La canción del boliche sonando con un pitido constante en su cabeza, aquel estomago por explotar, el pensamiento, perdido y mentiroso, de no volver a embriagarse así.
El recuerdo de ella que todavía no tiene historia, perdido en algún rincón de su cabeza. Intentó olvidarla con otras caras y otras pieles, intentó vivir mil vidas en una sola, se hizo hielo para poder mentir, se hizo frío para poder ignorar los llantos aquellos que intentaban calentarle el corazón más que su cama.
El cigarrillo en una mano, el vaso con el alcohol de turno en la otra, los días pasando, tratando de dormir aquel cerebro cada tanto para no pensar en las heridas que se fue haciendo al caminar. Espinas simulando ser pasto verde y tierno. El recuerdo de ella se estremecía cada tanto, pero no sabía el porqué, nunca había hablado con aquel ser. Había sido remisero de turno, mientras se perdía en otros ojos y en otros brazos, ella también hacía lo suyo.
Años después con la niebla más espesa, sin poder mirar a los costados ni siquiera con su propia voluntad, apareció una vez más. Para aquellos que han sufrido, se vuelve involuntaria su frialdad tan cruel aparente, el dolor es por dentro y más aún cuando no está curado.
Ella hubiese frenado cualquier vendaval con solo una mirada, sus tiernos ojos podían hacer que los lobos y las ovejas sean amigos entrañables, la paz conseguida con una sola palabra de su voz. Él se acerca sonriendo, imposible no hacerlo, intenta conseguir atención de esos besos. La risa que desarma cualquier armadura se interpone entre él y su fría humanidad.
Vuelve escasos los recuerdos de esa otra vida, como si fuera solamente una pesadilla, descubre que de a partes se destroza todo tipo de posibilidad de retractarse. Ya la vio, ya forma parte de sus sueños y anhelos sólo con haberlo hecho.
Indefenso, sin parche en el ojo, ni cuchillo entre los dientes, se acerca trémulo y nervioso, frena todas la palabras que caen en su mente, ¿quién las manda? no sabe, se le ocurren millones al mirarla pero ninguna es suficiente.
La besa, escucha su risa y la ama, no como amó antes, siente que a nadie había amado así, lo que siente es con resignación, sería como si intentara dejar de respirar, de ese modo la ama, con paz.
Muchos creen que el cielo está después de la muerte, él oliendo su pelo en la noche descubre que está junto a él a unos pocos centímetros durmiendo, ella lo apacigua entre tanto infierno.
lunes, 16 de marzo de 2015
viernes, 6 de marzo de 2015
Se les duerme el corazón
Entonces se vuelve a ese pensamiento quinceañero rebeldón cuando creía en ese Dios que me mostraba mi abuela, ese que se mama desde la cuna, pero no en la Iglesia que es ostentosa y no me había traído ningún tipo de atracción. Luego de transitada esa etapa se pueden descubrir las distintas aristas de una Iglesia que también apoya al oprimido y puede divisar una diferencia como se puede observar en la sociedad.
Entonces uno conoce curas y monjas, además de los laicos, que luchan por la justicia social, que también son esa Iglesia.
En un hogar de San Fernando descubrí como un grupo pequeño de Hermanas dejan la vida y servicio por amor a las nenas que llegan a este lugar, se transforman en lo que la misma Iglesia no las deja, en madres de chicas que sufren constantemente en esta sociedad. Ante tanto amor y servicio, uno se contagia y comienza a luchar por estas chicas que vuelven a sonreír después de tanto infierno vivido en sus pocos años, mucho más que algunos ya entrados en varias décadas. Son rescatadas de aquel lugar para ser llevadas a otro donde realmente se puede ver amor (palabra reiterada porque es lo que abunda allí).
Entonces llega la otra arista, la que me hacía alejarme de la Iglesia y que sigue alejando a tantos, la que se le fue durmiendo el corazón por estar atrás de un escritorio, aquella que no distingue el dolor, la soledad, que por estar en la burocracia se olvido de caminar en sandalias, la Iglesia que le da de comer a aquellos que la critican. Esa Iglesia que me llena de bronca formar parte, porque no se puede decidir con la cabeza lo que se debe hacer con el espíritu, no se pueden arrancar a las madres, a todas esas madres sustitutas, que le dieron a las chicas lo que era un amor sincero y fraterno, esas Hermanas que fueron movidas a dedo por una curia que no es la que me enorgullece. Las nenas del hogar, ya bastante golpeadas, son heridas una vez más por la incoherencia de una Iglesia que no logra ponerse de acuerdo con el amor fraterno que enseñó Jesús; "Hermana, estoy enojada con la naturaleza", dice una de las niñas que no llega a una decena de años. Muchos intentan mostrar el servicio para acercar a la gente, pero hechos de esta índole no hacen más que demostrar que la Iglesia sigue dormida (por lo menos una parte), ante el clamor del dolor ajeno, ante la opresión recibida, ante la falta de sensibilidad que se gana por estar mirando papeles en vez de sonrisas y llantos. Esa Iglesia no me representa y le dan ganas a uno de cerrar todas las puertas, pero se sigue adelante por esas sonrisas de 5, 6, 7 años y más.
¿Qué se puede hacer ante tanta insensibilidad? Nada más que seguir caminando, por la burocracia que sigue estando en esta institución que no cambia el corazón, que va a seguir perdiendo seguidores. La sensación de cambio por Francisco queda en el mismo subsuelo al ver estas actitudes de quienes manejan las Ordenes locales.
Tres Hermanas, que supieron transformarse en madres, "movidas" de un día para el otro por los dormidos de corazón que están atrás de un escritorio. Logrando alejar nuevamente al pueblo del Dios que mi abuela me mostró.
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