lunes, 16 de marzo de 2015

En la lona

La niebla, siempre la misma niebla, el gusto amargo del alcohol después de una noche de sueños confusos. La lengua aterciopelada por una boca sin nombre, el sudor de un verano perdido. Se encontraba sin placeres en el mundo de los que algunos confunden libertad con libertinaje. La canción del boliche sonando con un pitido constante en su cabeza, aquel estomago por explotar, el pensamiento, perdido y mentiroso, de no volver a embriagarse así.
El recuerdo de ella que todavía no tiene historia, perdido en algún rincón de su cabeza. Intentó olvidarla con otras caras y otras pieles, intentó vivir mil vidas en una sola, se hizo hielo para poder mentir, se hizo frío para poder ignorar los llantos aquellos que intentaban calentarle el corazón más que su cama.
El cigarrillo en una mano, el vaso con el alcohol de turno en la otra, los días pasando, tratando de dormir aquel cerebro cada tanto para no pensar en las heridas que se fue haciendo al caminar. Espinas simulando ser pasto verde y tierno. El recuerdo de ella se estremecía cada tanto, pero no sabía el porqué, nunca había hablado con aquel ser. Había sido remisero de turno, mientras se perdía en otros ojos y en otros brazos, ella también hacía lo suyo.
Años después con la niebla más espesa, sin poder mirar a los costados ni siquiera con su propia voluntad, apareció una vez más. Para aquellos que han sufrido, se vuelve involuntaria su frialdad tan cruel aparente, el dolor es por dentro y más aún cuando no está curado.
Ella hubiese frenado cualquier vendaval con solo una mirada, sus tiernos ojos podían hacer que los lobos y las ovejas sean amigos entrañables, la paz conseguida con una sola palabra de su voz. Él se acerca sonriendo, imposible no hacerlo, intenta conseguir atención de esos besos. La risa que desarma cualquier armadura se interpone entre él y su fría humanidad.
Vuelve escasos los recuerdos de esa otra vida, como si fuera solamente una pesadilla, descubre que de a partes se destroza todo tipo de posibilidad de retractarse. Ya la vio, ya forma parte de sus sueños y anhelos sólo con haberlo hecho.
Indefenso, sin parche en el ojo, ni cuchillo entre los dientes, se acerca trémulo y nervioso, frena todas la palabras que caen en su mente, ¿quién las manda? no sabe, se le ocurren millones al mirarla pero ninguna es suficiente.
La besa, escucha su risa y la ama, no como amó antes, siente que a nadie había amado así, lo que siente es con resignación, sería como si intentara dejar de respirar, de ese modo la ama, con paz.

Muchos creen que el cielo está después de la muerte, él oliendo su pelo en la noche descubre que está junto a él a unos pocos centímetros durmiendo, ella lo apacigua entre tanto infierno.

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