lunes, 9 de noviembre de 2015

Felices de ser locos

La mira, en ocasiones había imaginado situaciones como aquella.
No pudo evitar pensar en, como se modifican las cosas, con el paso del compañero constante del tiempo. Ese segundero que camina tan cerquita de nuestros pasos.
Ella lo mira, como nadie lo había mirado jamás. Ahora lo desea, él prefiere no pensarlo.
Los ojos se cruzan, la boca juega a dormirse para no hablar, pero sonríe. Se ríen cómplices sin culpas, ni perseguidores, ni palabras.
Escondidos en aquel rincón en las alturas, imaginan no tener edad, es que no la tienen. No tienen tiempo más que el de estar juntos. Risas llenan la habitación y silencios cómodos, besos inocentes disfrazados con su encanto. Aquella mano que dibuja en su pelo garabatos perdidos. Caricias que juegan a juntar sus lunares.
Entre risas y besos, las horas se hacen ratos, los años no son más que números perdidos e incontables. Desde la punta de sus pies, hasta el ultimo centímetro de frente sienten vibrar la alegría y la desobediencia de creerse inmortales, desafiar al mundo que invita a los amores de una noche, ellos pregonan algo más.
Después de tantas noches inciertas, de amores pasajeros, de sudores y calores, infiernos perdidos en el mundo antiguo de la tierra plana. Luego de haber vivido más historias sentidas como conquistas, de sentirse sólo demandado para el castigo divino de la  bacanal. Descubre que eran contactos vacíos, inconclusos, que hacen sucumbir la piel pero no el alma, porque llega esa caricia que sin tocarlo lo paraliza. Con un beso sin maldad, con un candor especial, enciende ese motor ahogado por el efímero poder de los placeres superficiales. Es ahí, entiende que nunca conquisto nada, solo viajó.
Ella cae en su pecho, se ven, la ridiculez de sentirse avergonzados de observarse hasta el alma en cada ojo. Ella lo mira más allá de su ser, le pregunta que piensa pero no hace falta, se besan y eso alcanza cualquier respuesta. Garabatea con su mano en su piel, juega a quedarse a vivir en ella. Se pondrían en la mesita de luz del otro para conseguir dormir con ese poder de sentirse locos.
La pérdida de cabeza, es un signo de distinción, la cordura es estar en la norma, es ser normal, acorde. La demencia es la conducta irreflexiva que denota imprudencia, son temerarios del mundo, y con esa imprudencia se hacen parte uno del otro. Felices de ser locos en este mundo de cuerdos infelices.

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