En su ausencia la casa tenía un frío polar, en la cama necesitaba estar vestido para calentar el cuerpo, pero cuando ella llegaba con su sonrisa, con sus besos, con su piel, calentaba el hogar, la cama y el corazón. En el mayor de los inviernos, aún en la más cruda de las olas polares, ellos dos con solo abrazarse, no necesitaban abrigo.
Ella lo hacía reír como nadie, aprendió todo de la muchacha, como sentir, como pensar, como actuar. Le enseñó que el corazón es de quien lo haga sonreír con solo mirar, eso le sucedía con ella. Todo de él le pertenecía, las cuentas no le daban pero tampoco le preocupaba.
Entendió que amar se trata de dar sin esperar recibir, se ama y ya, se siente y no se cuestiona, tan sencillo como ser o estar. Dar amor es darse entero, sino no tiene sentido hacerlo.
Desde hace tiempo hacen sonreirse los corazones, lejos de todo plan, se calientan aquel con solo mirarse.
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